MI FIGURA FEMINISTA DESTACADA !!!

 Mi paisana, la almeriense Amalia López Cabrera fue desde 1860 la primera fotógrafa española con estudio profesional propio en la calle Obispo Arquellada de Jaén, antes de que existiera siquiera una sola fotografía conocida de la Almería en la que nació.

Era hija de Antonio López Gibaja, un comerciante avecindado en la calle Posada junto a su esposa, tres hijos y dos criadas, según el padrón general de vecinos y almas de la ciudad, de 1837.

Con poco más de veinte años, Amalia conoció a Francisco López Vizcaino, un viudo y atribulado impresor jiennense, con el que convino casarse en 1858 marchando a vivir a esa tierra de anchos olivares. Él ya tenía tres hijos mayores y ella, sin demasiadas ataduras domésticas, necesitaba una afición para distraerse en esa ciudad aún extraña para ella a la que no llegaba el yodo marino almeriense.

Dentro de su biografía podemos destacar que, en aquellos primeros años de su juventud y su matrimonio, había leído acerca de ese nuevo invento del daguerrotipo que estaba haciendo furor en Francia y se convirtió en la primera discípula del conde de Lipa, un antiguo capitán del ejército polaco exiliado en Francia.

Luis Tarszenski, que así se llamaba, se había convertido años atrás en amigo personal de Louis Daguerre, quien le introdujo en las artes misteriosas de la fotoquímica y en los secretos de los posados. Tras producir una serie de daguerrotipos sobre obras del Museo del Louvre, el rey galo Luis Felipe le otorgó el título nobiliario con el que se dio a conocer en la Península.

Cuando Amalia sacaba retratos a niños jiennenses vestidos como adultos, con cigarro en los labios y sombrero en la mano, y ancianos de cuerpo presente, en esas imágenes postmorten, como las que aparecen en la película Los Otros, Almería, su ciudad natal, aún no tenía fotógrafo en su vecindario y aún faltaban dos años para que Clifford tomara la primera imagen estereoscópica que se conoce de la ciudad.

Prueba de esa pasión por su oficio fue su participación en el Concurso Nacional de Fotografía de 1868, celebrado en Zaragoza, en el que obtuvo una mención honorífica.

Pero lejos de progresar como fotógrafa, Amalia debió marchar en 1869 con su marido a Madrid, quien acababa de ganar la concesión del Gobierno para imprimir La Gaceta Agrícola.

Allí, en la villa y corte, se pierde la pista como fotógrafa de Amalia, la aventajada almeriense, ahogado su arte -como el de tantas féminas- en las prioridades de su marido. Ya nunca más consta que volviese a disparar una cámara o a positivar en papel albúmina, ni siquiera que volviera a recorrer aquellas calles de su infancia en Almería.

En mi opinión, esta decidida y nada convencional mujer de su época marcó con su ejemplo las fronteras y límites que sus coetáneas sufrían de igual manera. Es decir, no pudo  traspasar el muro de censura impuesto por la sociedad de su tiempo y, menos aún, superar el destino que le impondría su matrimonio. Sin embargo, entra dentro de lo comprensible que sacrificara su pasión por la fotografía (que no dejaba de ser un hobby artístico más o menos remunerado) por los intereses económicos de su familia y su bienestar venidero.
Por otra parte, desconocemos por qué no siguió practicándolo profesionalmente en su etapa en Madrid aunque podríamos deducir que sus responsabilidades sociales (notoriamente aumentadas) no le permitieron dedicarse plenamente a su oficio o, simplemente, quedó como afición esporádica.
Afortunadamente, su vida no pasó al anonimato sino que varias décadas después su figura se realzaría como símbolo de libertad y feminismo de una provincia muy castigada por los convencionalismos de épocas pasadas.




Fuentes:

Instituto de Estudios Almerienses

Comentarios

Entradas populares de este blog

Estrategia Provincial para la Igualdad de Mujeres y Hombres en Almería: VI Plan 2020 - 2024